
En la mitología latina,
Mercurio, uno de los hijos de Júpiter, era el dios de la comunicación y de
todas las actividades que requieren habilidad y destreza. Su principal labor,
no obstante, era la de ser mensajero de los dioses y, por sus servicios, Júpiter
le concedió un sombrero y sandalias aladas, así como un caduceo de oro o varita
mágica con serpientes enrolladas y alas en la parte superior. También llevaba a
las almas muertas al Hades o submundo.
Además, era el
responsable de la buena suerte y de la abundancia, pero no es muy aconsejable
fiarse de él porque también era un gran enemigo y muy mentiroso, y era el dios
de los ladrones. Mercurio es, pues, el dios mensajero y también el dios de la
elocuencia y de los comerciantes, además de dios de la enseñanza.
Según la
tradición, cuando era joven le robó el rebaño a su hermano Apolo, pero se
reconciliaron cuando Mercurio le regaló la lira que acababa de inventar. Apolo
le ofreció entonces la vara que lleva siempre consigo.

Como
consecuencia de la helenización de la cultura romana, Mercurio fue identificado
con el dios griego Hermes, mucho más rico en atributos y símbolos. El combinado
Mercurio-Hermes acabo siendo la divinidad tutelar de los mercaderes, los
ladrones y los magos, o alquimistas. Mercurio también es el dios de los
viajeros, y uno de sus símbolos es
un par de alas. Las puede llevar
adheridas a unas sandalias o a un sombrero, llamado “pétaso”. Sin
embargo, en ocasiones, las alas forman parte de su talón o su sien.
Es el medallón que representa
el miércoles en la casa del planetario en el mosaico de la casa del planetario
en Italica
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