El medallón central del mosaico
pertenece a la Diosa Venus
y equivale al Viernes
La
Venus romana tuvo que mirarse en la Afrodita de los griegos. Antes había sido Feronia
y Flora en sus manifestaciones itálicas como diosa de la naturaleza. Pero la
fuerza de Venus era imparable. A la nueva diosa, que absorbió las funciones de
las anteriores, se le asignaron los atributos de madre de toda fecundidad y
fuente de toda belleza. Se multiplicaron sus templos y sus fiestas, se le
consagró el mes de abril, se ensalzó tanto su virginidad (su condición de
doncella) como su maternidad (Venus Mater se la llamó o Venus
Genitrix, y Venus Felix, y Venus Vicrix). Todas las virtudes
y todas las bendiciones tuvieron su asiento y su culto en Venus. Los mitos la
hacen nacer como hija de Júpiter y Dione, esposa de Vulcano y amante de Marte.
Todo el cielo gira a su alrededor.
Pero antes la habían hecho nacer del Cielo y
del Día, criatura cosmogónica que vuelve a aparecer naciendo de la espuma del
mar, vestida de espléndida cabellera que adorna su desnudez. Es el principio de
la fecundidad y de la generación universal, es el planeta Venus y es la luna al
mismo tiempo, que preside y promueve desde el cielo toda fecundidad. Pero el
pueblo no se conformó con una diosa ten celeste y lejana. La prefería más
cerca, más parecida a lo mejor de sí mismo, a sus anhelos, a sus ideales, a su
deseo. Así se transformó Venus en la diosa de la gracia y de la belleza, en la
belleza misma.
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