Fuente: Joyas de la Ecovilla
Tras la detección del Dolmen de Montelirio (Castilleja de Guzmán)
gracias a la prospección superficial realizada a lo largo del año 1998, se han
sucedido dos campañas de excavaciones arqueológicas en la zona, una en 2007-08
donde se procedió a la excavación del mismo, y una segunda iniciada en el
año 2009, en la que la intervención científica ha contado con
colaboradores de primer nivel.
Fases de ocupación
Para la investigación
en profundidad se han realizado análisis sectoriales para complementar la labor
de campo, asistiendo por ejemplo especialistas en antropología, geoarqueología,
arqueoastronomía, aparte de llevar a cabo estudios polínicos, estratigráficos,
etc. En ese sentido, las zanjas practicadas sobre las laderas del túmulo han
servido para conocer su topografía original, llegándose a analizar los pólenes
de hasta 24 muestras en total.
Los estudios
practicados en estas muestras han identificado una primera fase previa a la
ocupación del dolmen que se caracterizaría por la presencia de bosque
mediterráneo y vegetación hidrófila, muy común debido a la frecuencia con que
se encharcaría la zona como consecuencia de las propiedades de
impermeabilización del suelo.
La cronología
absoluta por Carbono 14 ofrece un horizonte temporal de 3.200 - 2.900 a.n.e. para la
construcción del dolmen, produciéndose los enterramientos en torno al 2.900 -
2.800, según se ha podido obtener a partir del análisis de la muestra tomada en
la base del túmulo.
El estudio de
pólenes distingue también la existencia de herbazal nitrófilo, donde el
nitrógeno del suelo procedería de la actividad humana en la zona. Situación que
posteriormente se vería alterada por la presencia de herbazal ruderal,
mostrando un descenso de la actividad antrópica que se interpreta como el
cambio de uso a necrópolis, justo en el momento de la construcción del dolmen.
Adicionalmente,
se han realizado análisis dentro del conjunto funerario, por ejemplo, en las
cenizas halladas en el altar, que denotan la utilización de plantas aromáticas,
medicinales, brezo y carrizo, de las cuales las dos últimas fueron traídas
ex-profeso para el enterramiento.
La construcción
Más allá del
corredor y la cámara, el Dolmen de Montelirio abarca todo el área de su túmulo,
presentando en él las evidencias de la ocupación humana desde la primera
excavación realizada. Así por ejemplo, antes de la construcción del dolmen se
puede localizar un enterramiento y varias huellas de postes, aparte de
detectarse otros elementos en la prospección geomagnética, como una necrópolis
turdetana en la zona suroeste, o una estructura circular y dos fosos en todo el
área norte.
Sí se ha
podido constatar a ciencia cierta la paleotopografía previa del suelo que se
pisaba en la fase de edificación, un terreno de tonalidad marronácea con
esquirlas de pizarra. A partir de ese nivel, donde sólo existiría la cima
amesetada de un cerro, se realizó un aporte tumular que llegaba a medir 3 metros en la zona
central, con un diámetro total de 80 metros. Todo ello haría visible el túmulo
hasta una distancia de 30
kilómetros hacia el este, orientación en la que el
dolmen alcanzaría su mayor impacto visual.
Una vez
elegido el sitio, se abriría una zanja donde se dispondrían las piedras como
recubrimiento lateral, a base de arenisca local y granito de la Sierra Norte. El
corredor estaría dividido en tres tramos diferenciados por lajas de pizarra
dispuestas en vertical, una compartimentación diferencial que además se
destacaba pintando de rojo el dintel. Este pigmento se lograría mediante una
masa de óxido de hierro con algún tipo de aglutinante animal. Buena parte de la
tonalidad no se puede apreciar en la actualidad debido a los sedimentos que
permanecen adheridos a la superficie, que por ahora se han consolidado para no
dañar el pigmento y poder retirarlos posteriormente para la puesta en valor.
De esos tres
tramos de corredor, el primero de ellos no estaría recubierto, a la vista de la
forma y tamaño de las piedras encontradas en los laterales, que no estarían
dispuestas para acoger la estructura superior. El resto de la cubrición del
corredor se ha desmontado para proseguir con la excavación puesto que el dolmen
no permitía trabajar desde el interior. Algunas de las piedras retiradas
alcanzan unas dimensiones de 20
cm de espesor, con una longitud de hasta 2 metros en la parte
central del túmulo.
En uno de los tramos del corredor
se han encontrado restos óseos con altares de arcilla pintados de rojo, con
ceniza y hasta 100 puntas de flecha que evidencian estar enmangadas y
contenidas en algún recipiente vegetal, que al desaparecer, depositarían las
puntas en una misma alineación. En cualquier caso, todo parece indicar que se
trata de un ritual realizado en el exterior y ofrecido posteriormente en el
interior, si bien es cierto que la ritualidad apenas sí se conoce por algunos
vestigios estudiados.
En cuanto al
sistema constructivo de las cámaras, destacar que mientras que en el pequeño
tramo de corredor que separa ambos espacios se ha encontrado una cubrición
mediante aproximación de hiladas, no puede decirse lo mismo de las cámaras. En
estos lugares, a parte de la expoliación y la desaparición de ortostatos, la
evidencia estratigráfica muestra en el arranque de la cubrición una marga
grisácea de aporte, dispuesta a su vez también en el trasdós de las losas de
pizarra a modo de alicatado.
Se deduce por
ello que no hubo elemento pétreo intermedio entre el trasdosado y el arranque,
resolviéndose por tanto la cubrición mediante algún tipo de cubierta terrosa.
Para refutar esta teoría se encargó una prueba de cálculo estructural a la Escuela de Arquitectura,
donde se ha podido comprobar por medios informáticos que era posible cubrir los
4 metros
de diámetro de la cámara mediante arcilla y un encofrado provisional. No
conformes con el resultado, se han encargado otras pruebas de viabilidad de la
construcción en base a la forma, semiesférica o troncocónica, e incluyendo
otras variables como la apertura de un hueco superior en la cubierta o el
aumento del aporte tumular.
La excavación en la
subcámara
La cámara
secundaria fue expoliada durante la ocupación romana en el siglo I a.C., cuando
se removió el interior y se robaron las lajas. No obstante, se encuentra un
registro material bastante rico, compuesto por cerditos de marfil, lámina
oculada, puntas de flecha, colmillo de elefante, huevo de avestruz y entre
20-30 mil cuentas de collar.
Se han localizado restos óseos,
de los que resta comprobar si se trata de uno o más individuos, la época de la
que proceden o si en cambio vienen de la necrópolis romana localizada en la
zona.
Sobre el sistema de cubrición, al hilo de lo comentado
anteriormente, aparecen restos de la bóveda en el trasdós de la cámara, con
huellas de postes para la cimbra durante la construcción. Llama la atención que
el suelo, compuesto por pavimento de arcilla, conserve los restos de una
hoguera realizada previamente a la deposición de los restos humanos.
La excavación en la cámara
principal
Conserva
restos humanos en dos zonas diferenciadas, y aunque a simple vista pueda
parecer un osario, los huesos encontrados guardan una posición organizada en su
conjunto. Es de señalar que una parte de la cámara fue expoliada después de la
adyacente, por lo que existe material removido y además alterado por la
irrupción de un túnel romano que secciona un lateral del espacio.
La excavación
ha posibilitado el estudio del enterramiento coetáneo de hasta 20 individuos,
de los cuales 13 de ellos se ha podido constatar que eran mujeres de entre
25-35 años. Con esto se descarta la posibilidad de que se trate de un
enterramiento familiar o de individuos de varias generaciones.
El ajuar se
encuentra concentrado en un punto de la cámara, con cerámica de borde
almendrado, dispuesta frente a una estela caída sobre el suelo, decorada con
barro pintado de blanco y un borde rojo. A su lado se encuentran dos
enterramientos y, separados a parte, el resto de individuos dispuestos en
decúbito lateral alternando la posición lateral a derecha e izquierda.
Junto a la
estela del hipotético altar se encuentra una llamativa peineta de marfil, una
alabarda, un disco de marfil, una lámina de sílex, una espátula con
perforaciones y un vaso de marfil.
Aparecen
también 11 platos de borde almendrado apilados unos encima de otros, con agujas
de hueso sin perforación. El conjunto del plato pintado de rojo y el cuchillo
de lámina de sílex presentan restos oléicos, lo que evidencia su utilización
como ofrenda alimenticia. Todo se encuentra dispuesto sobre una especie de
mantel realizado con material textil y rematado con una cenefa de cuentas.
La indumentaria
La
extraordinaria complejidad con la que se elaboraron los trajes ha traído de
cabeza al grupo de arqueólogos, especialmente a la hora de representar la
posición de todos los elementos que componían la vestimenta, para luego
posteriormente poder establecer hipótesis sobre su ubicación original dentro de
la composición formal que adornaba el traje funerario.
Se aprecia una
profusa utilización de cuentas en disposición transversal, junto a cenefas de
ámbares y piedras. Todo ello en distintas composiciones, desde las que podían
abarcar el cuerpo completo o aquellas que solamente revestían la mitad del
mismo. Se han encontrado los restos de costuras laterales y un motivo central
en el conjunto de la vestimenta, a parte de algunas zonas con putrefacción, que
evidencian la presencia de algún material perecedero como podría ser el cuero.
Entorno a los restos óseos que se
ubican a los lados del altar se localizan dos piezas que responden a las
características de unas peinetas, una de ellas decorada con unos llamativos
motivos zoomórficos, lo que la convierte en un hallazgo único en el
calcolítico.
Estos
vestigios singulares ponen de relieve la existencia de una sociedad
evolucionada relacionada con el medio en el que vive y que genera una serie de
excedentes que no provenían de la agricultura principalmente, puesto que no se
ha encontrado nada en los análisis polínicos, sino de la explotación del bosque
y la ganadería. No obstante, éste y otros aspectos, los trataría posteriormente
el profesor José Luis Escacena en su charla de interpretación sobre los resultados
de las excavaciones.
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